Nos han robado el mes de abril.
3 y media de la madrugada. No puedo dormir. Me he levantado a las 8 de la tarde. Me despertó Ítaca, emocionada por los aplausos y la música de feria. En abril llega el calor, pero ahora las calles están frías. Cada día es más azul el cielo cuando salgo a aplaudir. Cada vez está más cerca el verano, y yo me pregunto, como lo hace todo el país, si podré hacer todas esas cosas que quería hacer. Desde esta noche en vela, sueño con las barbacoas en mi pueblo, con eternos viajes de carretera, con interminables noches de juerga, con risas, música, amigos. Todo esto pasará, y entonces podremos volver a nuestras vidas, otrora desqueridas por mundanas y aburridas, hoy anheladas por comunes y tranquilas. Qué vida tan guay tenía antes de todo esto, y qué poco me gustaba. Los perros volverán a cabalgar por los parques, y los ancianos a rondar las calles de una ciudad en la que tantas cosas han visto ocurrir, pero ninguna como esta. No realmente. Hoy, como ayer, y como mañana, tocará quedarse en cas